“¡No sabes cuánto me has hecho sufrir!
Hoy vienes a verme ¡Por qué este castigo!
¿No ves que tu olvido no tiene perdón?
Tu risa, tus labios, que besé mil veces
¡Todo me enloquece, andáte, por Dios!
Coda:
Pero… ¡No!…
No te vayas todavía,
Dame un beso, vida mía
Después… después,
¡Andáte, por Dios!.”